Todos sabemos que la principal finalidad que persigue una empresa cuando se embarca en una campaña de publicidad es conseguir el mayor número de ventas y que ésta cale en la calle. Pero, ¿qué pasaría si Se consiguiese ir un paso más allá del ‘me gusta’?. Es el caso de los llamados lovemarks, usuarios que sienten una auténtica veneración con todo lo que tenga que ver con una marca en concreto y su fidelidad a ella es máxima, hasta tal punto de no perder detalle de las últimas novedades y lanzamientos al mercado.
La filosofía que persigue una empresa para que sus clientes se conviertan en fieles lovemarks es anteponer los deseos del cliente antes que los de la propia corporación, creando productos y experiencias que apelen a los sentimientos y sean capaces de establecer vínculos emocionales con los consumidores. Para ello, parten de la idea que las marcas no pertenecen a las empresas sino a las personas que las compran. De este modo, los clientes se convierten en una prolongación más de la empresa cuando recomiendan y publicitan de manera espontánea su identidad.
El valor subjetivo de una marca juega un papel fundamental a la hora de captar lovemarks. Se establece la diferenciación del resto, genera el deseo de algo que todos queremos conseguir y nadie tiene, provoca entusiasmo e intenta seducir al consumidor para que no pierda interés en nuestros artículos. Las empresas que cuentan con mayor número de lovemarks entre sus filas son casi siempre las mismas: Coca-Cola, Disney, Apple o Harley Davidson que han conseguido trasladar a sus productos una determinada filosofía de vida.
¿Consideras alguna marca en tu vida como Lovemark?