No hay duda de que las redes sociales y la web 2.0 están cambiando la forma de hacer publicidad. Otro de los nuevos términos acuñados a raíz de la interactividad que proporciona Internet es el llamado ‘crowdsourcing’. Se trata de un concepto que transforma la participación de los usuarios en la red en una herramienta útil para el marketing y abre nuevos espacios para la gestión de una corporación. El crowdsourcing hace que de algún modo el cliente trabaje para la empresa y ésta, productora tradicional del contenido, deje paso al público para que siendo partícipe, nutra a la marca de identidad. El crowdsourcing se realiza mediante una forma de trabajo comunitario y voluntario, despejando dudas o aportando información acerca de las posibilidades de dicha empresa.
Esta colaboración masiva permite orientar a la empresa a la hora de tomar decisiones para mejorar el objetivo de negocio. Del mismo modo, se aporta un plus de creatividad al producto resultante y posibilita que sean los usuarios los que encuentren mejoras o solucionen deficiencias del mismo.
En relación al crowdsourcing nace el crowdfounding, aunque con distintos propósitos. En el crowdfounding, el usuario deposita una pequeña cantidad de dinero para apoyar una causa determinada, normalmente la financiación de un disco, un cortometraje o una película. En el caso del crowdsourcing otro de los ejemplos más recientes los encontramos en Doritos, que lanzó una campaña en la que sus seguidores debían de diseñar sus propios anuncios si querían conseguir una entrada para la Superbowl. Otro caso es el de Youtube, Wikipedia, las campañas online de Pepsi o el de Innocentive, el portal de Procter & Gamble (tras el que se escudan marcas como Colgate o Pantene) que brinda asesoramiento entre usuarios.